lunes, 7 de diciembre de 2009

El raro -y siempre melancólico- otoño


Este año estamos viviendo un otoño peculiar y extraño. Las hojas no terminan de caer. Muchos árboles aún verdean y me cuentan que hay gente con alergias primaverales a causa de un extraño rebrote de algunas especies...

Cambio climático, comportamientos extraños del tiempo, calentamiento global... Muchas expresiones aluden a que algo pasa. El paso de los años dirá qué hemos hecho con el planeta; la falta de concienciación; lo poco que importa la naturaleza cuando lo que manda es el interés econonómico...

Llevo semanas mirando por esta privilegiada ventana que tengo a mi izquierda. Da a lo que Andrés Montes denominaba "el Paseo Marítimo de la Castellana", en Madrid. Las hojas se resisten a abandonar su árbol. Van cayendo, pero con lentitud, con retraso. Unos dicen que se necesitan varias heladas para que se desprendan de la rama, pero no terminamos de acercarnos a los cero grados día sí y día también.

Reconozco que ese verde que se permuta en amarillo intenso me vuelve loco; que el otoño en los bosques tiene un punto inigualable y que aunque es tiempo de nostalgias, a mí eso nunca me importó. Es más, me gusta recordar. Todo el mundo lo sabe.

Hoy llueve sobre Madrid y pienso que seguro que en Santander soplará el viento sur... Por eso me duele la cabeza; mi cuerpo está aquí, pero mi mente está allí... El otro día me crucé con Álvaro Pombo. Vive cerca de mi casa y es un cántabro más en esta diáspora madrileña, aunque él sea de los destacados y yo no. Él ya habló de algo llamado Una ventana al Norte. Y esa obra da nombre a la sensación que uno tiene.

Esté donde esté siempre tendré en mi cabeza Peña Cabarga, el Pico de Solares, los Picos de Europa -si está despejado-, la maravillosa Bahía con la lengua arenosa de El Puntal mirándome de frente, Peñacastillo emergiendo por detrás del Hotel Bahía, el campo de golf de Pedreña -del que visualizo ese espectacular hoyo 14 al otro lado, en lo alto de la colina-, el puente que une Somo y Pedreña, que proyectó mi tío abuelo y que da nombre al trayecto de un pueblo a otro (Avenida de don Evaristo Lavín Del Noval)... ¿Una ventana al Norte? Más bien parece un amplio ventanal o el Bay window que tenía mi abuelo en su casa de Muriedas para contemplar toda la Bahía en plan ángulo inverso.

Me he venido al curro en metro, escuchando un temazo tras otro. Lluvia, música, tiempo para pensar. Elementos que me invitan a recordar a mi gran amigo Barri. Hoy he visto varias fotos nuestras por la mañana, muy pronto: en la boda de Toño, en el Sardi, en la berrea con Carlos. Venía hacia aquí dándole vueltas a la vida, a la muerte, a la alegría de vivir de Camarón, a la tristeza por querer contar cosas a  mi mejor interlocutor y no poder...

Y he pensado en una canción de Bob Marley que nos gustaba mucho a los dos. No, no era Jamming -que también-, era Do it Twice



Es curioso, Bob Marley no es nada otoñal, para mí es estival cien por cien, pero ayer estuve escuchando este tema media docena de veces y es que el ritmillo del bajo se te mete dentro y no hay quien lo saque... Muchas horas pasamos los dos escuchando a este crack también desaparecido prematuramente (en la playa, por las noches...). Hasta esa afición por la música del genio de los dreadlocks dio lugar a uno de los motes más conocidos de Jose: Rasti. O su característico lanzamiento a canasta: el Rasti tiro. Poned la canción, subid el volumen. Y pensad en él: "I'd like to say: baby, you're so nice / I'd like to do the same thing twice...".

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