domingo, 18 de enero de 2015

Siete años ya; un suspiro y una eternidad...


18 de enero, una de esas fechas que me nublan la vista. Uno de esos días en los que todo se me remueve por dentro. En los que me invaden sentimientos encontrados; en los que se me agita la respiración y se me encoje el corazón; en los que sonrío y lloro de manera intermitente; en los que busco imágenes bellas en mi memoria; en los que resuenan en mi cabeza conversaciones interminables, relatos infinitos, chistes buenos, malos y regulares, imitaciones desternillantes, canciones de los generos más diversos y, a veces, de calidad más que cuestionable... Una fecha grabada a fuego en el calendario, aunque me acuerde de ti todos los días. Todos y cada uno.

Siete años han pasado ya y me sigue costando mucho imaginar una vida lastrada por tu ausencia. Ese placer inmenso de ir a nuestra bella Cantabria siempre se me hace ahora un poco cuesta arriba. Y pocas veces logro evitar que los ojos se me pongan vidriosos cuando, tras dejar atrás la meseta palentina, se alzan ante mí los majestuosos farallones rocosos que nos reciben camino de casa. Me sigue gustando mucho ir, pero... no es exactamente lo mismo, no.

El otro día moría Stuart Scott de cáncer. ¿Qué quién es Stuart Scott? Pues un periodista americano. Una de esas caras que llevas viendo mil años en las Finales de la NBA. Cuando se descorchaban las botellas de champán, ahí estaba él para meter el micro y sacar esas declaraciones para la historia. Stuart luchó como lo hiciste tú: hasta el final.

Mucha gente piensa que el cáncer gana siempre la partida. Y eso no es así. Gana el que lucha. Gana el que da ejemplo. Gana el que nos hace sentirnos orgullosos. Stuart Scott lo dijo muy bien y muy claro: "Cuando mueres no significa que hayas perdido contra el cáncer. Vences al cáncer por cómo vives, por lo que vives y por la manera que vives. Así que vivid. Luchad duro y cuando te canses, túmbate, descansa y deja que otro siga luchando por ti". Nada más que añadir. Bueno, sí: se os sigue queriendo y vuestro recuerdo sigue presente entre muchos de nosotros.  

P.S.
Ayer salí a correr. Pensaba trotar media hora en plan suave, pero te tuve muy presente e hice un esfuerzo añadido. Como homenaje le pedí a mi cuerpo que fuera un poco más allá, como tú hubieras hecho. Siempre te recordamos como alguien incansable, capaz de correr hasta el infinito, ida y vuelta. Corrí una hora y dos minutos. Me hice 12 kilómetros. Y bien sabe Dios que nunca corrí ni tanto ni tan lejos. Hubo un momento, pasados los 40 minutos, en que sentí que mis piernas podían con todo; no eran del todo mías, eran un poco tuyas. Mi respiración era rítmica y sosegada y era el día para batir mis flojos récords. Siempre seré un troter, nunca un runner. La carrerita de ayer nunca la olvidaré. Suelo correr solo, pero ayer sentí que me hacías de liebre. No me hagas correr tanto que, aunque me apetece verte, aquí todavía tengo varias misiones que cumplir. Gracias por estar siempre a mi lado.