viernes, 15 de enero de 2021

2020

En los últimos días de 2020 y en los primeros de 2021 vimos a mucha gente que seguimos en redes haciendo una peineta al año, mandando al guano al curso que dejábamos atrás y cosas parecidas. Sí, fue un año duro, complicado, en el que dijimos adiós a más de 80.000 compatriotas que no deberían haberse ido aún. 

Unos meses complicados, con un virus que mató y dejó tocada a mucha gente. Que llevó a la pobreza a muchos pequeños empresarios y empleados. Es cierto que 2020 no nos será simpático por muchas razones. Pero también lo es que nos puso a prueba.

Muchos nunca habíamos trabajado desde casa. Nuestros hijos no habían probado eso de las clases online y lo de hacer exámenes no presenciales, desde casa. Uno podrá decir que le gustaba más el escenario anterior. O que después de probarlo, hay cosas buenas que podrían quedarse ya para siempre entre nosotros.

El caso es que nos sometimos (y nos seguimos sometiendo) a una dura prueba que nos hizo avanzar en lo laboral y en lo académico. Aprendimos muchas cosas de manera forzada e intensa. Superamos trabas para salir adelante. 

Estuvimos confinados en nuestras casas. Aprendimos a estar entre cuatro paredes con la familia. A tirar de paciencia y a buscar una convivencia lo más fluida posible. Nos sorprendimos con las lecciones de los más pequeños. 

Optimizamos nuestras despensas. Aprendimos a hacer nuevos platos, sencillos y básicos, pero ricos. Incluso nos atrevimos con terrenos ignotos como el de hacer nuestro propio pan. Y no solo lo aprendimos, lo practicamos y lo seguimos haciendo. Una nueva rutina que se quedó con nosotros.

Aprendimos la importancia del pequeño comercio y tratamos de apoyar a todos los que siempre nos hicieron la vida más amable y mejor. Estar a su lado era lo mínimo. Y lo seguirá siendo. Ese restaurante que te gusta, tu frutero, tus carniceros y el del jamón. Gente que forma parte de tu vida y que ha estado en el tajo ahí fuera cuando uno estaba aquí dentro.

Aprendimos lo que estar enfermo varias semanas. Lo duro que es el puñetero coronavirus. Y di gracias por poder pasarlo, encamado, en casa. Y di gracias por dejarlo atrás y porque mi familia lo capeara de la mejor manera posible. Y pensé mucho en los que no tuvieron mi misma suerte. Aún hoy lo hago y me sigue invadiendo una infinita tristeza.

Nos volvieron locos con que si era bueno o no usar mascarilla. Lo que en realidad pasaba es que no había. Pero ni para los sanitarios. Gran previsión. Ahora nos parece imposible algo así. Y ya forman parte de nuestras vidas. Mascarilla y lavado de manos con gel hidroalcóholico. Un binomio que tenemos interiorizado como pocos. Pero cómo no va a ser bueno protegerse y proteger.

Nos dimos cuenta de que la frase "más feo que un pie" debería ser sustituida por "más feo que una nariz sin tapar por la mascarilla". Qué imagen tan recurrente y desagradable esa de gente con la mascarilla mal puesta. Mira que es fácil...

Echamos la vista atrás. Y vimos lo afortunados que siempre hemos sido. Añoramos nuestros viajes, nuestra libertad de movimientos, lo bonito que es pasear junto al mar y caminar por el campo. Y tuvimos la sensación de que nunca podríamos volver a vivir esas sensaciones. Aunque la tregua veraniega nos insufló nuevas fuerzas para seguir luchando.

Y nos sentimos indignados con nuestros dirigentes. Utilizando los datos como les dio siempre la gana. Con una nula sensibilidad hacia los enfermos y los muertos. Echando siempre balones fuera. Incapaces de remar todos en la misma dirección. Con sus guerras de guerrillas, ajenos al bien común. Sin capacidad para verlo venir ni para actuar. Incapaces de tomar decisiones. Pero ya ni te decepcionan. No dan para más.

Nos gustó homenajear a los sanitarios con nuestros aplausos. Y no nos gustó ver cómo no se les dieron los medios. Joder, a gente que está en primera línea. Si no somos capaces de cuidar a los que nos cuidan...

Y nos dimos cuenta de la inutilidad de los eslóganes. "Saldremos más fuertes". "No dejaremos a nadie atrás". No, saldrá más fuerte el que luche por salir adelante. Nadie vendrá a arreglarte la vida. De nada valen los lamentos. No esperes nunca nada de un político o de un gobierno. El coronavirus nos dejará tocados y más pobres. Pero nos obligará a levantarnos y a dar lo mejor de nosotros mismos. Sin regalos, con mucha dificultad.

2020 quedó atrás. Y muchas de sus enseñanzas deberían quedarse grabadas en nosotros. No hagas planes a largo plazo. No valen para nada. Vive el presente. Y haz la vida más fácil al que tienes al lado.

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