Hay veces que tu recuerdo se presenta sin llamar.
Y no pasa absolutamente nada.
Me gusta que sea así.
Que algo me recuerde a ti,
que me golpee con más o menos fuerza.
Me pasa cuando veo las montañas cántabras desde la meseta castellana.
Cuando cruzo la señal que marca la entrada en Cantabria.
Y mis chicas me riñen porque doy una ráfaga con el claxon.
No pido que me entiendan. Son cosas mías.
Vuelvo a casa a reencontrarme con una parte de mí,
con recuerdos, sentimientos. Mil cosas.
Me ocurre cuando paseo por los acantilados junto al mar.
Cuando la brisa marina me acaricia.
Cuando me doy un baño eterno, mecido por las olas,
y recuerdo los que nos dábamos hace ya muchas lunas.
Cuando respiro ese aire limpio y húmedo que tanto añoro.
Me sucede cuando escucho canciones que me hacen ver lo vulnerables que somos.
O temas que me envían al pasado y me devuelven al presente.
Temazos que me hacen sonreír o emocionarme.
Subir y bajar.
Y ahí estás tú siempre. Presente.
Tu sonrisa. Tu buen humor. Tu bondad.
Ese camino marcado que nos dejaste.
Y que no siempre es fácil de recorrer sin ti.
Como dice Mikel Izal: "Sé que no me queda mucho más tiempo de loop salvaje.
Pero déjame, mientras resista, que me desangre".
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