lunes, 27 de enero de 2020

Dear Basketball; dear Kobe

A veces cuesta encontrar las palabras y las imágenes acuden al rescate y hablan por sí solas... DEP, Kobe Bryant.

lunes, 20 de enero de 2020

Los viernes soleados

Cuando me vine a Madrid, hace poco menos de 30 años, una de las cosas que más disfrutaba y más me consolaba ante la lejanía del mar eran esos cielos azules de invierno. Eran días soleados y fríos, preciosos y fáciles de sobrellevar un poco abrigado. Pero desde hace doce años ya no son lo mismo.

Un viernes de enero de hace doce años lucía un sol maravilloso, víspera de lo que se antojaba un placentero fin de semana. Pero no. Nada fue así. Recibí la noticia para la que uno nunca está preparado. Te fuiste tras poner todo de tu parte. Y dejaste un vacío de esos imposibles de rellenar.

El viernes 17 de enero (de 2020) discurría tranquilo, con una bella luz. Pero a media mañana me sorprendí con tu recuerdo. Me pilló desprevenido y a escasos dos metros de donde recibí la noticia en 2008. Me hundí. Me faltó el aire. Y una profunda tristeza me invadió por completo.

Sobrellevé el día como buenamente pude. Y me acordé de tus padres, de tu hermana, de tu hermano, de nuestros mejores amigos, de los buenos tiempos, de la gran suerte que fue conocerte y tenerte a mi lado. Pero me costó remontar el día. Aunque tu sonrisa y el recuerdo de tu manera de ser tiraron de mí para tratar de recuperar la normalidad del día a día. Esa que ya nunca volvió a ser igual.

jueves, 16 de enero de 2020

Dionisio Baixeras: Regatas a la vela

Hace unos días estuve en la Fundación María Cristina Masaveu Peterson, un sitio muy recomendable para los amantes del arte y, muy especialmente, para aquellos que disfrutan con la pintura del siglo XIX.

En medio de grandes obras de Sorolla, Goya, Romero de Torres, Riancho, Carlos de Haes, Martín Rico, Casimiro Sáinz y un largo etcétera, mis ojos se quedaron clavados en una obra de Dionisio Baixeras: Regatas a la vela.


La luz del mar, la actitud relajada de los dos protagonistas que contemplan la navegación de los veleros al fondo, los pliegues de la ropa del vestido azul, la elegancia que rezuma la escena, la sombrilla carmesí colgada de una silla... Todo te invita a la relajación y a detenerte ante el cuadro.

miércoles, 15 de enero de 2020

Benito Pérez Galdós, en la Biblioteca Nacional

Siempre me ha interesado Benito Pérez Galdós, con esa mezcla de literatura con historia, con ese papel de cronista de su tiempo, sin exceso de adornos. Su obra ya me llamó la atención desde pequeño.

Valle Inclán, en Luces de Bohemia, le apodó Don Benito el Garbancero por una supuesta falta de estilo y de calidad literaria. Cuestión de gustos, claro. En cualquier caso, un epíteto que no hace justicia al legado del canario.


La Biblioteca Nacional homenajea a Galdós con una bonita exposición titulada La verdad humana. En ella se da un gran repaso a su obra, con multitud de obras manuscritas por el propio autor, con muchas primeras ediciones de sus títulos y con imágenes curiosas de algunos momentos de su vida. Por allí desfilan escritores de la época y mujeres que tuvieron importancia en su vida.


Después de visitar la Fundación Masaveu días antes, y disfrutar de una enorme representación de obras de Sorolla, me llamó la atención encontrarme con este bonito retrato de 1894, que muchos recordamos por ser el que ilustraba los antiguos billetes de mil pesetas. La pintura, cedida por el Cabildo canario para la cita, da a la exposición un punto adicional muy valioso y especial.

Me llamó la atención, igualmente, la importancia de los veranos cántabros del autor en aquel chalet que tantas veces vi de pequeño y que fue borrado del mapa para construir apartamentos: San Quintín. Una verdadera atalaya, entre Reina Victoria y la calle que hoy en día recibe el nombre del propio escritor.


Allí se reunía Galdós con otros escritores, como mi admirado Pereda. Y allí acudió a documentarse, como cuando escribió Trafalgar. Don Benito se enteró estando en Cádiz de que un superviviente de la batalla de Trafalgar aún vivía, y que lo hacía en Santander. Se trataba de un anciano marinero de apellido Galán. Este había tomado parte en el combate como grumete del Santísima Trinidad. El resto es historia... (en la imagen inferior, la obra manuscrita).


El vínculo de Galdós con la bahía de Santander no se limitó a la contemplación desde esa privilegiada ventana de San Quintín, plasmada en una acuarela presente en la expo. El Puntal, Pedreña, el Pico de Solares...


... algunas obras de pequeño formato, firmadas por el propio Galdós, homenajean ese paisaje que muchos hoy seguimos disfrutando enormemente en cada visita a la capital cántabra y que tanto se añora desde Madrid.