jueves, 10 de diciembre de 2020

Se cumplen 20 años de nuestra primera Copa Davis y yo estuve allí

Hace hoy justo 20 años España ganaba su primera Copa Davis. Tras derrotar en semifinales a Estados Unidos (5-0... y en Santander), Juan Carlos Ferrero, Albert Costa, Álex Corretja y Joan Balcells alcanzaban la gloria tenística ante la Australia dirigida por John Newcombe y liderada por Lleyton Hewitt. 3-1 para los nuestros en el Palau Sant Jordi. Y yo tuve la gran suerte de vivirlo en primera persona como enviado especial. Un doble sueño. 

Fueron tres días de trabajo duro, de dormir poco, de disfrutar mucho, de aprender cómo funciona un gran monstruo desde dentro. Estuve acreditado como periodista y como fotógrafo, con lo que tuve un acceso total a todo. 

Nunca olvidaré todas las emociones vividas. Aquello de tener al lado en la grada al gran Manolo Pollán, que no se callaba en ningún momento. Compartir mesa con periodistas de papel como el inolvidable Nano (Domingo Pérez), de ABC, u online como Fede Torriente, quien me presentaría al gran Rafa Nadal, aún un pipiolo, encargado de llevar la bandera en la ceremonia de presentación de los jugadores.

"Mira, Peter. Te presento al futuro número 1 del tenis mundial: Rafael Nadal", me dijo Fede. "Pues encantado, Rafael. Toda la suerte del mundo y que así sea", le dije a aquel niño, con cara de buena gente. La que empezó a liar pocos años después...

Recuerdo aquellas gradas llenas de aficionados aussies con sus canguros enormes de plástico, que parecían ser más que los propios seguidores locales. Sus gritos constantes de "go aussie" que rompían los pocos silencios del Sant Jordi.

Aquellas ruedas de prensa con Newcombe y Javier Duarte, los dos capitanes, en las que veías que la Davis era una cosa muy seria. Con batallas ya libradas muchas décadas atrás. 

Y no paré de acordarme de mi adorado abuelo: el auténtico Peter. Mi abuelo fue un gran tenista, excelso jugador de dobles. Él nunca vio ganar una Davis a España. Y yo estaba en Barcelona enviado por el medio para el que trabajaba (Sportal) para cubrir un evento soñado en el que podíamos conseguir nuestra primera ensaladera.

Y la logramos. Vaya que si lo hicimos. Aún conservo en casa un bote de cristal con tierra batida de la zona de saque de aquella pista. La recogí cuando los operarios ya desmontaban la pista, horas después de que allí se librara la última de las batallas, la del tercer y decisivo punto para los nuestros. Y después de enviar mi última crónica.

Me acordé mucho de mi abuelo, sí. Y me volví para casa al día siguiente con la sensación del trabajo bien hecho y de la misión cumplida. Había vivido lo que él nunca pudo saborear. La primera de unas cuantas. La que abrió la etapa más gloriosa de la historia de nuestro tenis.

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