Hace unas semanas recibí el mazazo de saber que a un viejo conocido le había dado un infarto cerebral. Conociéndole un poco, siempre tuve fe en su recuperación. Un tipo alto, delgado, con aspecto saludable y lleno de energía. Todo a favor. Pero esta vida tiene resortes crueles... A sus 45 años Javier Orive nos decía adiós tras pelear durante tres semanas. Un verdadero palo.
Orive era un periodista de raza que no podía parar. Siempre con una agenda a tope, de un sitio a otro a ritmo frenético. Olfateando noticias, persiguiendo personajes, acechando temas.
Compartí algo más de un año con él en aquellos divertidísimos tiempos de Sportal.es. Él llegó como colaborador externo, para aportar exclusivas, personajes e historias que nos diferenciaran del resto. Con él aprendías a cada minuto. Su teléfono echaba humo y su personaje te provocaba una mezcla de diversión y fascinación.
Siempre unido a la radio, su currículum destacaba por su perfil multimedia. Comentaba en Eurosport, curraba en Onda Cero, colaboraba en internet... Trabajó para la SER, para Radio Marca, para Euronews, para el As...
Lo mejor de esas tres semanas con Javier en lucha fue ver cómo sus compañeros de profesión, los integrantes de los equipos que cubría, los que le conocimos en un momento u otro, etc... convertían las etiquetas #FuerzaOrive, #LosChulosNuncaSeRinden y #NiDiosSeRaja en trending topic y en pancartas en las gradas o imágenes en videomarcadores. Todos con él; todos a una.
Y su recuerdo me trae aparejado el agradecimiento. A través de él tuve el honor de ser entrevistado por Paco Torres para Gigantes del Basket, a pesar de que allí no hacía falta nadie; y por Fernando Ruiz para Eurosport, por tres meses prorrogables. Por desgracia tomé una decisión equivocada y en una encrucijada laboral complicada elegí otra cosa que, encima, me salió mal... Ya se sabe: "La vida es escribir sin goma de borrar". Muchas veces maldije aquel error mío, pero apreté los dientes y miré para adelante.
Pero él me recomendó para dos grandes, dos periodistas a los que admiré y admiro. Pensó que yo valía para eso. De no mucha gente puedo decir eso. Me sobran dedos de una sola mano.
Luego perdí el contacto con él. Pero las redes sociales, en especial Twitter, me hizo recuperar el contacto. "¡Cantabrón!", me solía llamar. "¡Marqués!", te decía en otras ocasiones. Él era muy de apodos, de motes sencillos, pero muy directos. Y en su boca siempre tenía ese "tolil" que buscaba provocarte; o el "chulo" con el que te animaba y mostraba cariño.
Allá donde estés, querido Javier, que sepas que hiciste las cosas bien y que los recuerdos que nos dejas son todos buenos. Te echaremos de menos y, por supuesto, no te olvidaremos. Gracias por todo, chulo. No te tenías que haber tan pronto, tolil.
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