martes, 23 de marzo de 2010

Hace ahora cien años... (una historia del Fettes College... o por qué me llaman Peter)

Sir William Fettes murió en 1836 dejando una importante cantidad de dinero con el objeto de crear un centro educativo para gente con pocos recursos y niños huérfanos. Se compraron los terrenos a las afueras de Edimburgo y años más tarde se comenzó con la construcción del centro, que no fue inaugurado de manera oficial hasta 1870. Cuarenta años después, mi abuelo Peter y su hermano Frank llegaban a Edimburgo sin saber una palabra de inglés. 

Mi abuelo -en la foto, el quinto por la izquierda en la segunda fila- tenía 10 años recién cumplidos y debía llevar unos pocos años en España, después de haber nacido en Santo Domingo, en la República Dominicana. Siempre nos contaba sus primeras impresiones de aquel día en que junto al Headmaster aprendieron sus primeras palabras. “Table”, decía éste dando una palmada sobre la mesa que tenía delante... Muy fuerte. Menudo curso intensivo les esperaba. De esta historia, lo que más me ha llamado la atención desde muy pequeño es la visión de mi bisabuelo, Juan Parra Alba, para darse cuenta de la importancia del inglés en el mundo ya en los primeros años del siglo pasado. Ojo que hablamos de 1910... Pero es que sin duda él era un visionario; un andaluz emprendedor que cruzó el charco para convertirse en un exitoso hombre de negocios. Mi abuelo me contaba que el Fettes tenía un campo de golf de nueve hoyos. Yo, que jugaba al golf cuando me narraba estas historias, flipaba con eso. Cuando en España muchos colegios no tienen ni una miserable cancha, él tenía campo de golf. Tremendo. Como el colegio tenía un rígido código de conducta -que por impedir hasta les impedía comer chocolate-, él se escapaba junto a sus amigos a hacer unos hoyos aunque sólo fuera para darle un poco al sabroso cacao... 

A comienzos de los 90 estuve dos veces en el Fettes College -en la imagen de arriba estoy en la misma puerta de Carrington House en la que posó mi abuelo con sus compañeros en 1914-, el campo de golf ya no existía; se vendieron esos terrenos décadas atrás para hacer frente a las costosísimas reformas, pero aún así las instalaciones eran magníficas: campos de rugby, campo de crícket (un inmeso tapiz verde), pabellón, extensas praderas, sala de música... Me detengo en la sala de música porque según nos contó a mi hermano Toño y a mí el encargado del registro de entonces, Mr. Cole Hamilton, esa sala fue en tiempos de mi antepasado el gimnasio. ¿Qué pasó en ese gimnasio? En la habitación de mi abuelo siempre hubo dos candelabros. Estaban en un aparador, cada uno a un lado. Nos contaba que los ganó porque fue el mejor del Pequeño Ocho, que debía ser una especie de elite de los gimnastas del colegio. En el registro del colegio figura ese logro. Y cuando lo leí aluciné: “Pedro Parra, ganador de los candlesticks del Little Eight” Me consta que mi abuelo era un gran deportista, que corría como un gamo y su corazón parecía no inmutarse ante el esfuerzo (esto se lo decía su profesor de gimnasia, que le acusaba de no haber corrido y de haberse escondido por algún recodo del camino), que era fibroso, ágil y hábil. Fue un gran tenista y su pasión por ese deporte la vivió hasta el fin de sus días. Por eso para mí fue tan especial la primera Copa Davis. Con él vi muchos partidos de tenis, pero nunca vimos por la tele que España ganara casi nada... Parece que le estoy viendo en el Tenis, en la Magdalena, con su pantalón largo de blanco inmaculado o practicando en el garaje contra la pared con más de 85 años. Volviendo a la capital de Escocia, mi abuelo se alojaba en Carrington House, una de las residencias para estudiantes del colegio, todas ellas en el interior del enorme recinto. En su época había otras tres: Glencorse, Kimmerghame y Moredun. Hoy hay más, pero para mí esas son las importantes. Cuando estuve con mi hermano, un frío día de invierno, Carrington estaba cerrado por obras. Fue un chasco tremendo. Se torcía un día muy esperado. Aunque el primer contacto había tenido muchos puntos positivos. Y volví año y medio después, era junio y me acompañaba mi amigo Javi. Hacía un día maravilloso, con sol y más de 20 grados. Me reencontré conmigo mismo. 

Entramos en el Fettes, por la puerta principal de Carrington Road. Carrington House está cerca, se gira a la izquierda y se camina entre árboles con la sensación de haber estado antes allí muchas veces. Al vernos curiosear, el Headmaster salió a nuestro encuentro. Le conté que mi abuelo había estudiado allí junto con su hermano durante cuatro años. De primeras me miró como si no me creyera. Pero saqué una foto que llevaba conmigo, una muy parecida a la que ilustra este post, y la decoración cambió de manera radical. Sólo le faltó hacerme la ola. Me pidió la imagen para hacer una copia y me invitó a entrar y a que pegara un vistazo por las instalaciones; pero tampoco yo quería fisgar ni romper la paz que allí había. Hablamos un rato de manera amigable, le agradecí la deferencia y seguimos nuestro camino. En 1914, a finales de curso, mi abuelo estaba en Glasgow pasando un fin de semana en casa de un amigo. Las noticias no podían ser peores, y estallaba la I Guerra Mundial. Ni que decir tiene que salió por patas (si es que en aquella época se podía salir así de los sitios) y regresó a España. Sé que una vez terminado el conflicto él y su hermano regresaron para estudiar en Cambrigde, en Peterhouse (fundado en el año 1280, creo que es el college más antiguo de Europa), pero esa es otra historia que ya os contaré en otro momento. Han pasado 100 años desde aquel día en que mi abuelo Peter llegó a Edimburgo. Allí vio jugar a los All Blacks -me flipaba que un equipo de rugby estuviera de gira por Europa después de recorrer medio planeta-, allí se forjó como una buenísima persona, allí pasó unos años espectaculares y allí aprendió un inglés perfecto y maravilloso cuyo sonido nunca olvidaré. Vamos, como a mi abuelo, un ser excepcional al que siempre adoraré. 

 

P.S. Releyendo el post, he recordado una cosa que me gustaría contar. Después de mi primera visita al Fettes, revelé un carrete entero de fotos y escribí una crónica de seis folios. Mandé una carta a Santander desde Escocia; siempre cultivé el género epistolar para huir de la soledad del que está lejos de casa. Lo más bonito que recuerdo es lo que me contó mi madre entonces: "Leímos tu carta en la mesa antes de comer. Tu abuelo no paró de llorar". Imposible no hacerlo al recordarle...

14 comentarios:

TURKITA dijo...

Peter es Maravilloso!!!!!!Al principio pensé k era un cuento k inventaste..pero luego me dí cuenta k hablabas de tu abuelo!!!Alahalahhhh es Precioso y mágico a la vez.Gracias por compartirlo y Felicidades!Cómo escibes!!!!Es una delicia leerlo...un besote enorme

Peter Mihm dijo...

Como dice un amigo, el Fettes College parece Hogwarts, aunque aquí la magia la da el lugar, las vistas del Castillo de Edimburgo al sur a varios kilómetros, la cercanía del maravilloso Jardín Botánico, el verdor de todo...

Me alegra que te haya gustado la historia. Este es el germen de la historia que más veces he contado en mi vida. Esa que empieza con la pregunta de alguien que te acaba de conocer: "¿Y eso de Peter, de dónde viene?

Unknown dijo...

Caramba Peter ... QUÉ PASADA! Una historia con clase como no podía ser de otra forma narrada por ti ... cierro los ojos y puedo imaginar a ese apasionado hombre de 85 años con su golpe perfecto! Un hombre adelantado a su tiempo ... no me extraña que disfrutes recreándote en esas fotografías que decoran las paredes del Tenis! Un besazo Peter! Qué suerte hablar así de los nuestros, qué suerte! Muacc

Edu_Rob dijo...

Grandísimo relato de una muy bonita historia. No se puede contar con más gusto.

Un abrazo, gran Pet.

Peter Mihm dijo...

Gracias, amigos. Lo mejor de estas historias es poder compartirlas. La familia las lee y te agradecen que les recuerdes cosas olvidadas o aletargadas en la memoria. Y los amigos conocen un poco más tu historia familiar y eso les da una mayor perspectiva de uno mismo. Al final ganamos todos..., pero sobre todo yo.

Besos y abrazos.

Peter Mihm dijo...

Mela, yo cierro lo ojos y me veo llegando a Castelar en Vespa. La puerta del garaje está medio entornada. Creo que alguien se la ha dejado abierta, pero no, es mi abuelo que golpea la pelota una y otra vez contra la pared, con ritmo, sin fallar una. "Lo más importante es mirar mucho la bola". Otro día contaré la anécdota de Tilden...

LITROS dijo...

Siempre nos habías soltado detalle aqui, detalle alla, sobre esta historia, pero así contada completa está genial.
Y lo de los "College", es que la realidad supera a la ficción.
Que pasada de edificio.
Un abrazo

Peter Mihm dijo...

Gracias, Carlos. Seguro que tú te la sabías casi entera ya, pero creo que merecía ser contada de una manera un poco más literaria...

JAVI-SHATT dijo...

PRECIOSO RELATO,PETE.PUES SI,FUI UNO DE LOS QUE SE ENGANCHO A LOS LIBROS DE HARRY POTTER Y SIEMPRE RELACIONO ESE ESPECTACULAR COLLEGE CON HOGWARTS.NUNCA SE ME OLVIDARA LA CARA DE SORPRESA DE LA LANDLADY CUANDO UNA VEZ TRAIDA UNA FOTO DE PRINCIPIOS DE SIGLO QUE HABIA IDO A BUSCAR EXPRESAMENTE A ALGUN PASILLO DEL FETTES....LE SEÑALASTE LA FOTO DE TU ABUELO Y DE TU TI.
OHHHH, GOSHHHHHH!!!!
NO ME EXTRAÑA QUE JUEGUES TAN BIEN A GOLF,TE GUSTEN LOS HAGGIS,EL RUGBY,EL TENIS.....SIEMPRE HAS SIDO UN GENTLEMAN.
MAGNIFICO RELATO,SHAT.
UN ABRAZO.
JAVI.

Peter Mihm dijo...

Gracias por acompañarme aquel día, Javi. Fue muy especial. Sí que flipó la mujer del director...

Al golf nunca fui ningún crack. Para empezar porque sólo jugué en serio cuatro años. Aún así, conservo el swing y soy capaz de dar una bola como se debe.

¿Gentleman? Jajaja. Ese era mi abuelo.

JAVI-SHATT dijo...

ES ALUCINANTE QUE ENTRE LA FOTO EN LA QUE SE ENCUENTRA TU ABUELO EN CARRINGTON HOUSE Y EN LA QUE SALES TU HAYAN PASADO CASI 100 AÑOS.WOWW!
YA NO ESTA LA HIEDRA SOBRE LA PARED.
TODOS SABEMOS DE LA TRADICION DE FANTASMAS QUE RODEA A LA PRECIOSA CIUDAD DE EDIMBURGO.EL FETTES NO PUEDE SER UNA EXCEPCION...NO ME EXTRAÑARIA QUE ALGUN "GHOST" VAGASE POR SUS PASILLOS PASADA LA MEDIA NOCHE.
TURISTAS DE EE.UU,CANADA,AUSTRALIA,ETC..VISITAN
ESCOCIA EN BUSCA DEL ORIGEN DE SUS APELLIDOS,TU FUISTE A VISITAR EL LUGAR DONDE SE FORJO UNA GRAN PERSONA MUY QUERIDA POR TI.
TU ABUELO PETER ESTARA MUY ORGULLOSO DE SU NIETO PETER,NO TENGO LA MENOR DUDA.
CHEEEERIO.(COMO DICEN POR ALLI)

Peter Mihm dijo...

Gracias por tus apalabras, my friend. Siempre quise muchísimo a mi abuelo y pasados los años tengo mil recuerdos que no sólo no se borrarán nunca sino que ganan en importancia por lo que suponen. Con él compartía nombre, y su educación y su bondad son de esos ejemplos para enmarcar.

Era una bellísima persona. Yo le quería muchísimo y siempre me sentí muy querido tanto por él como por mi abuela. Siempre vivimos juntos. Y cuando volvía del cole lo primero que hacía era ir a su cuarto a contarles que había metido un gol, que había sacado un notable en un examen... lo que fuera. Ellos eran todo oídos para mis historias. Y yo sólía serlo para las suyas. Un gran legado. Pero me hubiera gustado saber muchas más cosas.

Qué mal se trata a nuestros mayores. Son únicos por todo lo que saben. Muchos nos dan su amor incondicional. Y muchas veces no se les devuelve todo lo que merecen.

Vivimos en el culto a la juventud y a la belleza exterior, pero deberíamos mirar más hacia la sabiduría y el cultivo del ser.

bebelp dijo...

Soy Isabel Parra, y mi abuelo era Jack Parra.

Peter Mihm dijo...

Un placer saludarte, tía Isabel. Muchos besos y un abrazo fuerte.